El pasado día 29 de Marzo, me
invitaron para compartir un momento de encuentro, que para mí fue casi de
“oración” por este trocito azul de tierra en el que habitamos y que subsiste en
un espacio infinito. La cita era en el Monte Naranco de Oviedo, una gran
muchedumbre se congregó a bordo de sus bicis principalmente, aunque también
había caminantes y vehículos, lo importante y primordial, es que todos
estábamos allí para elevar nuestra protesta silenciosa, por la salvaguarda de
nuestro hábitat seriamente amenazado, por los humos de la industria, y de los
humos de los humanos, que se olvidan de que respiramos gracias a ese
precioso aporte de O2 que nos regalan los bosques, las tundras, las selvas y
que cuando les prendemos fuego o las deforestamos para hacer autopistas o
comercio de sus maderas, estamos ahogando el futuro de las generaciones que
vienen. Tengo confianza de que nuestra tierra está solo sufriendo dolores de
parto, de ser así, en la eclosión cesarían de forma feliz, de lo contrario si
este dolor mundial es de otra índole, habrá que utilizar todos los recursos
posibles e imposibles para frenarlo antes del desastre.
Yo procedo de un lugar de España, donde mi niñez transcurría pendiente en
muchas ocasiones de contemplar el cielo azul, las noches cálidas estrelladas,
nítidas, no teníamos grandes alternativas, o contemplarlas, o escuchar por la
radio, las aventuras del Inspector X, amén de los juegos infantiles que tanto
desarrollaron nuestra imaginación, y éramos felices… Las noches de verano con
su danza y fuga de estrellas constituían un momento que rozaba la mística, era
mágico. La luna tenía “cara” alegre o triste, según nuestra percepción y estaba
tan lejos de nosotros, que jamás se podría alcanzar, aunque ya corrían rumores
alarmantes de que un día no tan lejano, alguien llegaría a ella ¡qué
desfachatez, quitarnos una parte de nuestros sueños!
¡Qué decir de las bicicletas! Eran nuestra arma de “distracción masiva”, a
veces como en mi caso, una prolongación
de mí misma. No suelo decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, no lo creo,
cada tiempo tiene su momento, su historia, y debemos de centrarnos en el
presente, ahora nos toca adaptarnos a otros parámetros, pero hay algo que no
debería de cambiar nunca, el respeto por la creación en todo su conjunto, es
decir, la vida en todas sus formas, el respeto a nosotros mismos y pienso que
cuando alteramos cualquier forma de vida, estamos haciéndonos un flaco favor a
nosotros y a nuestros descendientes.
En el Naranco el otro día, aconteció algo que me llenó de esperanza,
personas mayores, hombres, mujeres, niños estaban compartiendo con sus bicis,
en armonía fraterna no solo en el ejercicio, sino también el deseo unánime de
un mundo mejor, sin contaminar, era
sábado, pero no importó, había mucha gente, y quisieron sumarse a esa “oración
silenciosa” por este planeta que está enfermo, no terminal, pero enfermo,
querían ver las estrellas, y el cielo fue benigno, a los pies del Sagrado
Corazón, se abrió un claro, se desplegaron los telescopios y fueron apareciendo
Júpiter, la Osa Mayor…, y me imagino que
más sorpresas de este portentoso Universo. Me sentí reconfortada, no todo esta
perdido, ni mucho menos, hay substrato para seguir, hay ilusión y hay padres
convencidos de implicar a sus hijos en el respeto a la vida y muchas personas
que trabajan en silencio por un mundo mejor.
La Ciudad de Oviedo lucía preciosa, demasiado preciosa, yo la hubiera
preferido sin tanta luz, al menos durante esa hora de “toque de queda mundial”,
me hubiese gustado que la única luz fuera la de las estrellas o la de esa luna
reticente a salir de entre las nubes, hubiese sido perfecto, aun así, algo se
logró, la Catedral, el propio monumento al Sagrado Corazón y otros, se apagaron
para dejar paso a la luz del cosmos…
Enhorabuena a los organizadores del evento, ha sido un éxito, hay que
seguir intentando concienciar, el ser humano puede y debe de responder a estas
llamadas solidarias, pacíficas y vitales para nuestra supervivencia.
Deseo tener un recuerdo especial para mi amiga la aviadora americana
Jacqueline Cochran (la primera mujer que logró el Mach 1) y que relató con gran
emoción el momento en que vio por primera vez las “estrellas al mediodía” (The Stars
at Noon, Edit. Little, Brown & Co. Boston, 1955 ). Desde su rancho en
California, observó y disfrutó de uno de los mejores cielos para ver estrellas
y para agradecer una y mil veces la maravilla de la creación, contagiándonos a
muchos de nosotros, su pasión y respeto por la belleza de nuestro Universo.
En 1985 la International Astronomical Union aprobó nombrar a este cráter de Venus como Cochran en honor a la aviadora. Imagen: Interactive GIS map of Venus, Astrogeology Science Center, USGS. |
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